¡Es cierto,
que esperar cansa!!! ¡Y causa desánimo! Y pre-ocupa nuestras mentes.
¿Por qué
preocupar tiene siempre una connotación negativa, si en realidad
significa ocupar con anticipación? Debe ser por causa de nuestra manía
de que cuando debemos pre-ocupar nuestra cabeza, ya la pre-ocupamos con
problemas, tragédias, cosas malas. Algunos, más sabios, la pre-ocupan
con sueños y, ni siquiera le dan el nombre de preocupación.
Sabemos
perfectamente cómo funciona la vida y que necesitamos saber esperar
aquello sobre lo que no tenemos control. Incluso las flores esperan su
hora de brotar.
Y para la vida
no queremos esperar. Queremos desear y al minuto siguiente ver el resultado,
como si no fuera precisa la maduración de nuestros deseos. Nos
acarreamos, anticipadamente y, en muchos casos inútilmente, enfermedades
físicas y espirituales.
En ocasiones
tomamos un atajo y llegamos más rápido, pero así nos perdemos mucho de
la belleza del camino. Llegamos más temprano, es verdad, pero en cierta
forma algo queda faltando. ¿No sucede así con los niños y adolescentes
que viven demasiado temprano la vida adulta?
Si cortamos
una flor en botón, le impedimos a ella y a nosotros su plenitud.
¡Pero, que es
difícil ser paciente, lo es! Hay momentos en que queremos agarrar el
reloj del tiempo y girar las manecillas con nuestras manos para que el
día siguiente llegue más pronto; queremos dormir mucho para no ver las
horas desfilando graciosamente frente a nuestros ojos; queremos pensar
en otras cosas, pero no lo logramos.
Sacrificamos, de
esa forma, nuestro presente, por un futuro desconocido, que no siempre
será de acuerdo con lo que pensamos.
Las personas
que esperan por un día feliz tiran la felicidad del presente con la
ansiedad del mañana.
Es peor cuando
esperamos el resultado de un examen con probabilidades negativas. En ese
caso, nuestro hoy queda realmente perdido. Lloramos antes, tenemos
dolores de cabeza antes, no dormimos antes... el presente se vuelve
sumamente inútil, casi insoportable. No tenemos, desafortunadamente, esa
gloriosa capacidad de decirnos: "Esperaré para sufrir cuando sepa el
resultado definitivo y si no es lo que espero, no sufrí por nada."
Si hay un
tiempo para todas las cosas, dejemos entonces que cada cosa llegue en su
momento. Vayamos abrazándolas una por una a medida que lleguen hasta
nosotros, viviendo el minuto presente que es la gracia diaria que Dios
nos ofrece.
Aprender la
paciencia es un arte, probablemente el más difícil de todos. Nos exige
mucho, exige auto-control, exige determinación.
¡Vive el hoy!
¡Vive éste momento ahora! El mañana puede esperar por ti tanto como tú
esperes por él.
Letícia Thompson
contact@leticiathompson.net
-Versión en español
por Eduardo e Irany Lecea-
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