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Aprendiendo de las caídas
©
Letícia Thompson
¿Por que será que nos
lamentamos tanto cuando
nos decepcionamos,
perdemos y erramos?
El mundo no acaba cuando nos engañamos;
cambia, tal vez, de
dirección.
Pero necesitamos sacar partido
de nuestros errores.
¿Por qué todo tendría que ser correcto,
coherente,
sin fallas?
Las caídas hacen parte de la vida y de nuestro
aprendizaje de ella.
De que duele, duele. ¡Ah! ¡Eso no se puede negar!
Duele en el orgullo,
principalmente.
Y entre más gente
involucrada,
más nos duele el orgullo.
Por lo tanto, lo
humillante no es caer,
sino quedarse en el
suelo mientras la vida
sigue su curso.
El problema es que juzgamos al mundo según
nuestra particular forma
de verlo
olvidándonos de que
existen millones
y millones de miradas
diferentes a la nuestra.
Pero no está obligatoriamente equivocado quien piensa diferente de nosotros solo porque piensa diferente.
Y tampoco está obligatoriamente
en lo correcto.
Todo mundo es libre de
ver y sacar sus propias conclusiones sobre la vida y sobre el mundo.
A veces acertamos, otras
erramos.
Y somos normales así.
Entonces, en una discusión, en una pelea,
detente un segundo y
piensa:
"¿Y si yo estuviera
equivocado?"
Es una posibilidad en la
cuál rara vez
queremos pensar.
Nuestro "yo" nos ciega demasiadas veces.
Nuestro celo, nuestro
orgullo y hasta,
por que no, nuestro amor.
No vemos el lado del
otro y no lo queremos ver.
Y así somos,
muchas veces injustos
tanto con el prójimo
como con nosotros mismos,
pues no aceptamos la
oportunidad de
aprender
algo con alguien.
He ahí el por qué tanta gente se mantiene en esa
posición que provoca
desavenencias,
guerras, separaciones.
Nadie cede y las
personas acaban
quedándose solas.
Y ¿De qué sirve tener siempre la razón,
saberlo todo,
si al final lo único que
nos queda es la soledad?
Vivir es dar.
Y no se da sin humildad,
sin generosidad, sin
amor en el corazón.
En la escuela,
aprendemos porque somos
conscientes de que estamos allí debido a que todavía no sabemos;
en la vida es
exactamente lo mismo.
Si nos cerramos,
si cerramos nuestra alma
y nuestro corazón,
nada va a entrar.
¿Y acaso conseguiremos
valernos
por nosotros mismos?
Yo lo dudo.
No caminamos siempre en la cuerda floja,
pero a veces es el único
medio para cruzar.
Somos mucho más
resistentes de lo que creemos;
la propia vida nos
enseña a sobrevivir,
vivir sobre los
acontecimientos y a pesar de todo.
¡Nunca dudes de tu poder de supervivencia!
Si dudas, caes.
Aprende como el apóstol Pedro
que,
mientras creyó, caminó
sobre el mar,
pero comenzó a hundirse cuando
sintió miedo.
La cuestión es,
¿Hundirse o caminar
sobre las aguas?
Depende de nosotros,
depende de cada uno en particular.
Podemos unirnos en
fuerza mediante la oración
para ayudar a alguien,
pero solamente ese
alguien puede decidirse a tener fe,
fuerza y valor para
continuar el
maravilloso viaje de la
vida.
Letícia Thompson
- Versión en español por Eduardo
e Irany Lecea -
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Outras apresentações Sérgio S. Oliver
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Música: Jardin Secret - Richard Clayderman |