El
sufrimiento es un camino inevitable e indispensable para nuestro
crecimiento. Nos enseña la vida, a apreciarla, a tener más placer en
sentirla y vivirla por entero.
Nacimos como
piedra bruta, aunque ya hayamos llegado a éste mundo cargando todo un
equipaje de características que nos hacen únicos.
Y las
dificultades nos pulen. A veces con tanta frecuencia que no
comprendemos. Nos vemos en el espejo y nos preguntamos "¿Por qué a
mi?" Miramos a los niños que sufren y nos decimos "¡Qué injusticia!" Miramos
a nuestro alrededor, viendo a las personas sonriendo con
despreocupación y nos sentimos todavía peor, como si la felicidad de
los demás pudiera aumentar nuestro dolor.
Pero el
sufrimiento es una condición para nuestro perfeccionamiento. ¡Observemos
a las flores que son podadas cada año!!! Ellas también lloran. Pero...
en cada rama cortada un nuevo retoño se forma. ¡Y de esa manera las
flores se tornan más bellas, más vigorosas, renovándose! Siguen
renaciendo, mientras su base se vuelve cada vez más fuerte y sólida.
Y la vida
nos poda con frecuencia. A algunas personas más que a otras. Los que
aceptan los dolores y hacen de ellos escudo, se vuelven grandes,
realmente grandiosos. Los que se debaten intentando evitarlos son
sofocados y mueren pequeñitos.
Los grandes
hombres y mujeres tienen por lo general, tras de sí, una larga historia
de luchas y batallas.
No lamentes
que la vida te traiga sufrimientos, ya sean físicos o emocionales. ¡Acéptalos!
Y haz de ellos tu arma de lucha. Di para tí mismo que cuando la
tempestad pase, podrás mirar el cielo sereno y contar las estrellas
que te ven desde lejos... y te admiran, ¡Con toda certeza!
Solo nos
damos cuenta del valor de las cosas cuando ya no las tenemos o cuando
nos arriesgamos a perderlas. Quien nunca sintió hambre y sed definitivamente
no conoce el valor real de un plato de comida o de un vaso con agua.
Esos son tesoros inestimables para quien carece de ellos.
Así es la
vida. Aprende que los sufrimientos no llegan para derrotarte, sino
para volverte más fuerte. Tú mereces la felicidad como todo el mundo,
solo que a través de tus pruebas tendrás una visión diferente de lo
que ella representa.
¡Benditos
sean los dolores si, volviéndonos humildes, nos engrandecen!
Bendita sea
la vida que, puliéndonos, hace de nosotros una joya inigualable y sin
precio.
Letícia
Thompson
contact@leticiathompson.net
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